martes, 27 de octubre de 2015

"Carlos, rey emperador": Duelo de Titanes

Isabel conoce a Carlos y ambos se enamoran a primera vista. Sin duda, la escena más romántica y simbólica del octavo episodio.
                                                                   
                                                   Resumen de audiencias


La serie del emperador de TVE sube 0'4 décimas respecto a la semana pasada, posicionándose con un 12'1% ; como cabía esperar, "La Voz Kids" bate su récord de audiencia con un 32% (31'9) en su final, que vieron un total de 5 millones de telespectadores; 14% consiguió "El Hormiguero"; 11'8 y dos millones "El Intermedio"; el cine de Antena 3 y La Sexta se movieron entre el 10 y el 7%, y lo menos visto fueron, como de costumbre, "Gym Tony" y "Rabia", con el típico 5% habitual.

En cuanto a "Carlos", es la primera semana que se registra una ligera subida, a excepción del día del partido de la selección debido al efecto arrastre. Con toda probabilidad, la tendencia quedará en torno al 11-12% de audiencia, aunque el lunes que viene habrá que ver cómo se reparte la audiencia global entre cadenas al clausurarse finalmente la última edición de "La Voz Kids", que ha sido hasta ahora la que ha llevado la voz cantante. Entonces veremos si la serie, aunque ya empezada, logra, contra todo pronóstico, cautivar a algún espectador más.


                                                     Review del Capítulo 8


Acuerdos entre dos mundos: Francia e Inglaterra

Enrique se harta de las insinuaciones de su esposa y desde España Gattinara defiende el honor de los Austrias.


















Carlo se había aliado con Inglaterra para recuperar los territorios dinásticos que le pertenecían y así aislar a Francia, potencial enemiga del Imperio, pero Enrique decidió no colaborar enviando ejércitos debido a que Carlos abandonó el compromiso de casarse con la infanta María, casi recién nacida. El monarca hispano se enfrenta a las consecuencias de su decisión de contraer nupcias con Isabel de Portugal: al ganar a Francisco  en Pavía, España e Inglaterra deberían de repartirse el botín de guerra, incluyendo los territorios que Carlos V reclama y, en teoría, Enrique VIII cree que aún tiene derechos sobre ello ya que la culpa fue de Carlos por romper el compromiso con la infanta, por lo que Enrique se declara aún respetuoso. Esto es lo que legitima al inglés para pedir una ración de la conquista. Sin embargo, Carlos lo ve de otra manera: si no participó de la guerra, fueran cuales fueran sus motivos, no tiene derecho a  recompensas. Luego entonces, Enrique plantea ganarse a Francia si pierde a España como aliada, lo cual no favorece en nada a su esposa Catalina. Catalina dependía de que Carlos se casara con la pequeña María para mantener sus derechos y poder en la corte inglesa y al rechazar su sobrino la propuesta, la debilita a ella personalmente. Sólo así se explica que Gattinara pague a un subordinado para enviarle una carta secreta a Catalina y que defienda su misma postura: que Carlos acabe cuanto antes con la vida de Francisco. A Carlos no le interesa asesinarle. Es solo un rehén para forzarle  a que le entregue el ducado de Borgoña.

La posición de Catalina en Inglaterra es más que vulnerable: allí pueden reinar las mujeres, pero a Enrique sólo le interesa un heredero varón y ella ya es una mujer anciana para la época, en edad infértil, de manera que para el inglés es muy prescindible. Catalina apoyaba en gran medida a Carlos dados los lazos de sangre pero, aunque ella quisiera que las cosas fueran de otra manera, lo cierto es que su sobrino tiene otros problemas que le pesan más, y es precisamente por eso que hace caso omiso de Catalina y Gattinara. Si matase al rey de Francia, tendría serios problemas y ello le acarrearía una muy mala reputación como "pacificador" del Imperio, más aún cuando eso solo encendería la guerra entre cristianos, algo que al Papado no le interesa, y ya que el Papa y los franceses se llevan tan bien, conviene  no hacer enfadar al primero. Otra consecuencia sería el debilitamiento de Europa frente al turco, y lo que hace falta es una Europa unida y robusta, porque el verdadero enemigo campa a las afueras.

Una vez más, el capítulo demuestra que la política no entiende de sentimientos ni vínculos parentales; que a veces el deber se sitúa por encima de las personas y de la moral, cuando al mismo le viene ya dada la moralidad como principio.

Duelo titánico: las "Dos Torres"

Francisco es llevado a la corte de su archienemigo, pero éste no tarda en darse cuenta de que no es el único que tiene la sartén  por el mango.
Tras cobrarse a Francisco como premio, Carlos lo mantiene encerrado en palacio con libertad muy restringida. Sabe que el francés tiene no pocas ganas de largarse de allí y salirse con la suya, pero nuevamente sus funciones como emperador y como rey le hacen blanco de caballeresca generosidad, por lo que procura que esté bien cuidado y atendido, y que no le cause más retrasos ya que en un mes o poco más tendrá que citarse personalmente con su prometida Isabel. Ésta parte de Portugal con el corazón dividido entre la alegría y la tristeza. Desea cumplir con sus obligaciones como la emperatriz que se espera que sea pero debe alejarse de su familia y el matrimonio es una incesable fuente de incertidumbres, pues desconoce la personalidad de Carlos y no sabe tan siquiera si de entre ellos dos nacerá el amor, al igual que entre Catalina y Juan en Portugal. Éste estaba locamente enamorado de Leonor y ha tenido suerte de que su nueva esposa sea atractiva, pero nunca será la misma mujer. El amor puede surgir con la mirada o con la paciencia. Por suerte, Germana la acompaña en el viaje hasta Sevilla y gracias a eso ya tiene alguna certeza sobre Carlos, que él es un hombre "virtuoso". De alguna forma, es lo que ella esperaría de su futuro marido, y se lo aclara a Germana: ella espera que sea un esposo fiel y que la misma duquesa de Brandeburgo lo comprenda y no se inmiscuya como amante suyo que en su día fue. Isabel mira hacia el futuro. Deja atrás una vida para empezar otra, y esa misma paradoja significa para ella la frontera que separa ambos reinos, el de España y el de Portugal. 

Entretanto, Francisco se da cuenta que Carlos no es el único que puede ponerle las cosas difíciles. Mientras él quiera la Borgoña y rehúse negociar, no habrá ducado de Borgoña que valga. En el pasado, no libró ni una sola batalla frente a frente, y ahora que le tiene tan cerca ¿por qué dejarle ir? La situación entre ambos es la de un tira y afloja, un tensar la cuerda sin que ninguno de los bandos salga vencedor. Efectivamente, para Francisco el empate siempre será una victoria, pero no así para Carlos, y de ahí que le dé constantes largas y caiga enfermo a propósito tras ingerir los frutos venenosos. Carlos, a su vez, también se percata de que no sólo Francisco es su prisionero: ¡él también tiene al toro cogido de los cuernos! Le provocará retrasos y además no le dará la Borgoña. Ni siquiera hacerle jurar sobre la Biblia cambiaría sus intenciones: una vez que esté libre, hará añicos el pacto. Frente a su discreta felonía, Carlos se muestra alerta. "Hermano", sí, a regañadientes. 

Cautiverio de lujo: la Dama y el Prisionero

Durante un paseo por los dominios de su carcelero, Francisco conoce a Leonor. Dios los creó y ellos se juntaron.
Mientras se pasea por los cotos de caza de su anfitrión, Francisco tiene el placer de conocer a la majestuosa Leonor, orgullosa de haberle dicho al duque de Borbón cuatro cosas bien dichas: que jamás será suya, porque ella, como hermana de rey, sólo puede ser reina. De algún modo, tanto Leonor como Isabel son retratadas a imagen y semejanza en la serie: Isabel quiere ser emperatriz o no ser nada, y Leonor no se queda atrás; ella es reina sí o sí. Las dos son muy firmes en las decisiones que han tomado, aunque finalmente, más que tomar una decisión, la ocasión se las haya aparecido por azar del destino. 

Ambos, Leonor y Francisco se gustan a primer ojo. Leonor queda embelesada con la "galantería" y la lengua seductora de Francisco. A fin de cuentas, es un joven apuesto y guapo, y casi como ella, ha perdido la dignidad a manos de Carlos. Son tal para cual. Pero como tras la cesión de Borgoña algo debía darle Carlos a Francisco, nada mejor que su hermana para hacer las paces entre reinos. Y, ya de paso, así Leonor vuelve a ser reina, es decir, consigue sus objetivos, y le hace un favor a España. Tras la quiebra de los pactos por Francisco, la unión debiera haberse anulado, pero por alguna razón histórica, Leonor reinó en Francia hasta 1558, año en que murieron ella, Carlos V y Catalina. Para el rey hispano es un alivio esta alianza, porque pierde a Inglaterra como apoyo político, pero puede ganar a Francia, lo que truncaría la estrategia de Enrique  de ser favorable a Francia y contrario a España. 

Traidores frustrados: Cortés y Cuahutémoc

La avaricia corrompe a Cortés y las nuevas órdenes del rey le hacen temer por una rebelión de sus propios hombres.
A la corte castellana llegan noticias de los desvaríos de Cortés quien, más que actuar por la Corona, le da la espalda. El oro es fundamental para la economía española, para continuar financiando los conflictos y las transacciones comerciales, pero depende de Cortés que parte de ese oro se embarque para Castilla, del éxito de la política de encomiendas... y estas no están dando muy buenos frutos, que digamos. El Consejo solo ve una solución, y es denegarle todos los privilegios concedidos. Aún así, Cortés desoye a sus hombres, y estos se ven en apuros: como vasallos del rey, deben acatar sus provisiones, pero ahora Cortés se cree "emperador" en las Américas y no está cumpliendo con lo establecido. En cualquier momento, ellos pueden ser acusados de cómplices... o peor, que Cortés los degüelle por no obedecerle expresamente a él, que es el que está en cuerpo y alma. 

Por eso, corren rumores de una posible sublevación: sus soldados desean enriquecese como él, pero también regresar a Castilla con vida, donde dejaron a sus familias, y hay una gran diferencia entre volver como héroe o como traidor de lesa majestad. Pero eso no es lo peor: si Cortés pierde autoridad entre los suyos, más dudas tendrán los indios de las encomiendas. Hasta ahora algunos le han sido fieles como sería la voluntad de Monctezuma, pero Cuahutemoc sigue vivo y todavía es un peldaño de rebeldía añadida, ya que se erige como garante de la voluntad del pueblo mexica y tiene discípulos leales. Por este motivo, Cortés lo retiene en pésimas condiciones, prisionero en una celda con grilletes. Es una manera de obligar a sus seguidores a acatar  su mandato, porque ante todo, Cuahutemoc es un traidor, aunque Cortés no es menos que él, porque también ha traicionado a su señor de Occidente. 

La ulterior condena a muerte en la horca de Cuahutemoc responde a razones políticas, desde mi punto de vista: Cortés lo sacrifica para evitar otro foco de rebelión, ya que de prolongarse la situación, los mexicas podrían aglutinarse e torno a él, pues no deja de ser hermano de Monctezuma. Con su deceso, Cortés ya no tiene guerreros que le hagan frente y así podrá enderezar las encomiendas, aunque finalmente él mismo termine marchándose de allí a por nuevas conquistas. Se diría que la propia Malinche le anegó de ideas la cabeza, ideas que al final acabaron por nublarle la razón, repitiéndose así la misma situación que se dio cuando Cortés pisó esas tierras. 







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