lunes, 4 de enero de 2016

"Al-Andalus o la fabricación de la Arcadia Islámica"

En los últimos tiempos, líderes políticos y religiosos de procedencia diversa refieren la convivencia idílica entre cristianos, judíos y musulmanes en al-Andalus como una Edad de Oro de la tolerancia. Igualmente, los yihadistas han incorporado en su ideario terrorista un al-Andalus cual Arcadia a la que regresar. A pesar de que los medievalistas venimos advirtiendo de la manipulación de la historia de al-Andalus, este conocimiento no se ha socializado, principalmente porque rara vez la voz de los historiadores es escuchada fuera de los círculos académicos, como bien sabemos, pues esta visión utópica de al-Andalus forma parte de un imaginario, tejido en los dos últimos siglos, en el que convergen las idealizaciones del orientalismo decimonónico y la teoría de la España de las Tres culturas de Américo Castro, desarrollada en Princeton en 1948, que consiguió un gran apoyo por parte del mundo académico norteamericano, pues servía como supuesto precedente histórico de convivencia pacífica para la sociedad multicultural de los Estados Unidos.

La invasión islámica del 711 fue guerra de conquista y una pesadilla para sus gentes. El historiador árabe al-Kardabus nos relata que Muza, el caudillo conquistador, sometió Toledo y otras dieciocho ciudades, tras lo cual regresó a Damasco con "treinta carretas cargadas de oro, plata, objetos preciosos de rubíes, perlas y topacios, tesoros inestimables en ropas y cien mil prisioneros entre hombres, mujeres y niños". La descripción de las fuentes cristianas corrobora la violencia de los conquistadores. La Crónica mozárabe (754) relata que "Muza arrasó antiguas y hermosas ciudades, pasó a cuchillo y exterminó a la población por medio del hambre, crucificó despiadadamente a los dignatarios y nobles, descuartizó a jóvenes y niños, sembró el horror en España". Sólo la población del cuadrante noroccidental, mucho más dispersa por el territorio, pudo emprender la resistencia. La influencia andalusí y la de los reinos cristianos quedó dividida por una amplia franja que escindía dos grandes conjuntos fronterizos, de una parte el Dar al-Islam o territorio del Islam frente al Dar al-Harb o territorio a combatir, cuyos habitantes son denominados harbiyun o infieles.

La religión era un elemento de cohesión social básica de la población y los hombres y mujeres del Medievo carecían de nuestro concepto de tolerancia. La población que no se convirtió al Islam tras la conquista fue denominada dimmí y estaba obligada  apagar un impuesto (yizia). Los cristianos estaban obligados a distinguirse de los musulmanes en el traje, tenían que habitar en barrios apartados, estaba prohibido que arreglasen o construyesen nuevas iglesias, no podían montar a caballo, lo que los situaba en un estatus inferior al de los musulmanes. Estas comunidades, en algunos casos, subsistieron hasta la reconquista cristiana con muchas dificultades, como lo prueba la abundancia de cristianos martirizados entre los siglos IX y X. Una de los peores épocas se vivió con Almanzor, a principios del siglo XI, cuando al-Kardabus nos informa sobre la conquista y destrucción de ciudades como León, Barcelona o Santiago de Compostela. Peores tiempos aun vivió la población cristiana cuando al-Andalus pasó a ser un apéndice de los imperios magrebíes de almohades y almorávides en el siglo XII. Su fanatismo provocó un sistemático exterminio de lo que no fuera musulmán, tal como lo recuerda la destrucción de la iglesia de Granada en 1099. La intransigencia religiosa en esta ciudad ya había afectado a a población judía en 1066, cuando se produjo un progromo, que acabaría en la expulsión de los judíos de al-Andalus en la segunda mitad del siglo XII.

Al-Andalus sólo tiene una personalidad histórica, cultural y artística, si lo analizamos con nuestros parámetros actuales, pues en la Edad Media no pasó de ser una región más del mundo musulmán, que jamás perdió su independencia de Dar al-Islam. De hecho, al-Andalus nunca existió como entidad política, sino que era la denominación genérica en árabe de la Península Ibérica, que la identifica con el Atlántico, según el geógrafo del siglo XI, al-Bakri. Como consecuencia de esto, hubo una ausencia de ideología que legitimara la conquista y la posesión de al-Andalus por los musulmanes.

Todo lo expuesto hasta aquí no contradice, en modo alguno, las altas cotas artístico-culturales de las élites de al-Andalus, que nos han legado un patrimonio cultural de inestimable belleza como los reales Alcázares de Sevilla, la ciudad califal de Medina Azahara o el palacio de la Alhambra de Granada, por citar algunos ejemplos populares. Sin embargo, este esplendor cultural no puede velarnos que los grupos populares de al-Andalus vivieron regidos por la Ley Sagrada del Islam o  Sharia a lo largo de toda su historia.

En suma, la supuesta convivencia idílica de la España de las Tres Culturas, que nunca existió, se ha convertido en un tópico acrítico de la cultura popular de nuestros días, soslayando la información de las fuentes históricas, tanto cristianas como musulmanas, que nos historian el enfrentamiento entre los grupos y la ausencia de una identidad política propiamente andalusí. Espero que estas breves líneas ayuden a comprender en alguna medida lo que fue al-Andalus.

Jesús Ángel Solórzano Telechea

El Diario Montañés, 4 de enero de 2016



Jesús Ángel Solórzano es profesor de Historia Medieval y actualmente decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cantabria (UC)