lunes, 10 de agosto de 2015

"Carlos, Rey Emperador" cabalga de camino a TV Española este otoño



Álvaro Cervantes es el nuevo prota de la serie de ficción histórica de TVE y llega montado sobre su noble corcel, el mismo semental negro del famoso retrato ecuestre del pintor Tiziano.

Así quedó la corona...

Hace alrededor de 10 meses, casi un año, nos emocionábamos al ver el trágico final de la vida de uno de los personajes más emblemáticos de la Historia de España, la reina Isabel la Católica, interpretada por Michelle Jenner en "Isabel", que, junto a su marido, el rey Fernando de Aragón, aceptaba con resignación el destino que Dios había decidido para  ambos: de un lado, el vacío del trono; por otro, la solitaria lucha del monarca católico contra Felipe el Hermoso y su hija doña Juana, madre del futuro heredero al Sacro Imperio Romano-Germánico, por el control de las "dos Españas". La tercera temporada de la serie de ficción histórica de TVE  concluyó de la misma forma que estrenó capítulo: la muerte de la reina en el Palacio Testamentario de Medina del Campo en 1504 y la urgente partida a caballo de los consejeros reales por extender la noticia hasta los lugares más recónditos del reino, mientras el "águila", espíritu del poder de la reina católica, volaba y se desvanecía entre las sangrientas nubes del cielo castellano, que auguraban ya el oscuro invierno que sucedía a un prolífico y dorado reinado que marcaba el fin de la Edad Media en Castilla y la entrada en unos nuevos tiempos, caracterizados por la rigidez y la vulnerabilidad de las nuevas piezas geopolíticas del tablero de ajedrez europeo. 

Fernando de Aragón (Rodolfo Sancho) otorga con pesar la corona a Felipe el Hermoso en la última escena de "Isabel".

La serie alcanzó decentes cuotas de share a lo largo de su emisión, a pesar de la competencia de las cadenas vecinas y programas o series como "La que se avecina" o "La cúpula", que pusieron en jaque a la reina todos los lunes. Dado el gran éxito cosechado por su productora, Diagonal TV adelantó en diciembre la continuidad de la ficción histórica, que tendrá como nueva pareja al frente de la corte castellana a Álvaro Cervantes y Blanca Suárez, que interpretarán a Carlos I de España (y V de Alemania) y a su esposa Isabel de Portugal. En la nueva serie histórica de TVE, y para seguir con la tradición que marcó "Isabel", una gran parte del peso del protagonismo recaerá en la mujer de Carlos V, una joven que los guionistas y productores retratan como "culta", activa y partícipe de la política de su marido, si bien el verdadero centro del plató lo ocupará éste, pues el objetivo de la nueva trama es poner énfasis en la vida íntima del emperador, la evolución y madurez de su personaje a través de una senda sinuosa, llena de decisiones y errores que dictarán el devenir de Castilla en el laberinto imperial, todo ese elenco de reinos que el azar otorgó en manos de Carlos V, así como las intrigas que girarán en torno a él y los consejeros de la corte. Poco más se sabe por ahora del argumento de la serie, que hace poco rodó las últimas escenas de la vida del emperador en el monasterio de Yuste, aparte de que su estreno en televisión se prevé para comienzos de septiembre  y que inaugurará el Festival de Vitoria de TV. También disponemos de un nuevo tráiler y una primera promo de la serie, que ojalá se hubiera trabajado más y hubiera mostrado algunas escenas, para ir abriendo boca de cara al estreno.

Qué esperar de "Carlos, Rey Emperador"

Pero ¿qué podemos esperar de la nueva ficción histórica? La entrada en el llamado "siglo de Oro español" es una de las épocas más complejas y más importantes de la Historia de España. Fueron precisamente los Reyes Católicos quienes posibilitaron ese cambio dando pie a la unión de la Corona de Castilla y la Corona de Aragón. El compromiso de Castilla con su vecina significó la adopción de nuevos principios de política, como el apoyo a Aragón en sus conflictos con Francia por los territorios del Rosellón y la Cerdaña, cuando normalmente Castilla había mantenido relaciones estables con la monarquía francesa. La empresa de Cristóbal Colón y Las Indias supuso un cambio en la mentalidad castellano-aragonesa, ya que integró los virreinatos como nuevas estructuras de gobierno a la Corona, favoreciendo la delegación regia de poder en virreyes y gobernadores, que multiplicaron la labor de los monarcas imposibilitando su atención presencial a todos los reinos, surgiendo así nuevas figuras como el secretario de Estado, los validos, los corregidores, etc., elementos de lo que la historiografía llama "sistema polisinodial" y que viene a ser una de las características del Estado moderno renacentista, junto con la creciente burocratización de la política y las guerras a larga distancia. Los Reyes Católicos fueron, por así decirlo, los últimos reyes medievales, pero los que colocaron la piedra angular de todo el proceso posterior. Sus sucesores fijarían, en adelante, nuevas formas de relación con sus súbditos, marcadas por la distancia y la lejanía.


Los actores ya se han acostumbrado a su nueva residencia: la Alhambra de Granada acoge con orgullo el rodaje de la serie.

La gran herencia fortuita. Carlos V heredó de sus padres (la monarquía católica) y sus abuelos (Habsburgo) un enorme y heterogéneo conjunto de territorios, cada uno con sus propias leyes particulares, las cuales debían de ser siempre respetadas por la autoridad en calidad de privilegios: Milanesado, Franco Condado, Sicilia, Nápoles, Castilla, Aragón, Navarra, Indias, Países Bajos... No sabemos hasta qué punto se podrá ver este aspecto en la trama de "Carlos, Rey Emperador", ya que por lo pronto sólo se ha hablado de que, al parecer, el primer capítulo comienza con un Carlos de Gante adolescente que rehúsa casarse con la princesa de Portugal.

La monarquía universal. A pesar de lo que argumentaban sus detractores, los príncipes alemanes, Carlos V jamás hubiera podido aspirar a una monarquía universal e imperialista, debido a la diversidad interna de cada uno de los territorios. Se trataba de una postura extranjera para minar el poder político del emperador frente a una nobleza temerosa de sus privilegios y posesiones territoriales. Por el contrario, el monarca español se sentía como máximo exponente del catolicismo, lo que utilizaba como concepto "palanca" para luchar contra la amenaza otomana que se cernía a orillas del Danubio y que devastó el reino húngaro. Habrá que ver si el actor Álvaro Cervantes es tan "imperioso" como "católico" blandiendo la espada contra las hordas de jenízaros, si es que a los guionistas no se les ha olvidado esa parte de la Historia. En "Isabel" únicamente asistimos a escasas escenas bélicas, acompañadas del fiel Gran Capitán don Gonzalo Fernández de Córdoba, pero cabe señalar que el conflicto bélico fue uno de los grandes protagonistas del siglo XVI, junto con la diplomacia como nueva forma de hacer la guerra desde la Paz de Lodi de 1454. Además, se incorpora la revolución militar, apareciendo los tercios y los ejércitos compuestos por infantería, dejando de lado la caballería por su excesivo coste, dando lugar a tropas de mercenarios de carácter internacional al servicio de la monarquía y no tanto de la nobleza, como ocurría en la Edad Media con las mesnadas señoriales, además de la complejidad de las fortificaciones, con bajos muros para amortiguar el impacto de las nuevas armas de fuego y la pólvora.

Color y suntuosidad. El vestuario promete. Llegan las modas del renacimiento a Castilla, con exhuberantes bordados florales que recuerdan los motivos de las catedrales tardogóticas que se empezaron a construir en España en este siglo.

Emperador vs Papa. El problema de la traslati Imperii radicaba en quién de los dos soberanos poseía una autoridad superior a su némesis. Los teóricos y los arbitristas sostenían que ambos eran como el sol y la luna, y que al emperador correspondía esa traslati Imperii, lo que justificaba a éste ser heredero de todas las leyes del imperio. El papa era por aquél entonces un monarca más del entramado político, con grandes ejércitos a su servicio, y se esperaba que sus órdenes se cumplieran más allá de las fronteras como cabeza de la Cristiandad y representante de Dios en la Tierra, aunque en España el monarca aplicaba el pase regio, esto es, la supervisión de las ordenanzas papales para evitar que fueran reconocidas en el reino si contradecían sus propias leyes o si limitaban el poder monárquico. Además, el rey se reservaba el derecho de presentación de obispos, considerado patronato regio. Dada esta fricción entre ambos poderes, en algunos momentos puntuales se desencadenaron conflictos entre el papa y el emperador. No dejaría de ser un aliciente interesante que la serie mostrase la delicadeza de las relaciones monarquía-imperio-pontificado, desarrollo que permitiría reflejar la evolución política del sistema de consejos desde los tiempos de la reina Isabel, lo que sin duda enriquecería la ambientación histórica. 

La competencia. Si hay alguna paradoja histórica a la que merezca la pena referirse, es la rivalidad entre Carlos V y Francisco I, rey de Francia, por el control del Milanesado y el Franco Condado, a propósito de la casuística hereditaria y el problema de los Habsburgo austríacos. Prácticamente nacieron en la misma época: el monarca católico en 1500 y el francés en 1497. Carlos V le hizo frente y lo venció en la batalla de Pavía de 1525, imponiéndole duras condiciones y encarcelándolo para que cumpliera las condiciones del Pacto de Madrid de 1526. En cuanto salió de prisión rechazó los acuerdos y el emperador lo presionó reteniendo a los "delfines" (príncipes franceses). Francisco I se alió con Clemente VII en la Liga del Cognac, terminando el conflicto en 1529 con la Paz de Cambrai con un claro empate de concesiones: el emperador se quedó sin el territorio de la Borgoña y el francés sin el Milanesado. El paralelo de ambos personajes podría quedar bien enmarcado para agregar algún toque de humor, pero estamos en una serie de ficción histórica que aboga por la seriedad y el ajuste a los hechos verdaderos cien por cien. Dramatismo puro y duro.

La familia. Las rivalidades también podían existir a nivel familiar: al final de su mandato, Carlos V presentó al príncipe Felipe como nuevo candidato al imperio, mientras que su hermano Fernando pretendía hacer lo mismo con su vástago. Al final, ni uno ni otro, como suele ser costumbre. A día de hoy seguimos sin caerle bien los españoles a Merkel y compañía de la cumbre de Bruselas.


Isabel de Portugal estará muy presente en todos los escenarios. Todo un ejemplo de la influencia que pudieron llegar a tener las reinas en esta época, que a partir del siglo XVI irá en aumento. No era raro que tuvieran cada una su propio confesor y su espacio de influencia social y  personal en la corte, con sus damas de compañía predilectas.

El matrimonio con Isabel de Portugal. Hasta ahora será la gran apuesta de Diagonal TV, pero esperemos que el drama no impregne en exceso los quehaceres de Su Majestad y podamos verlo en acción no sólo en el lecho erótico. Para eso ya cometió pecado la película "Juana la Loca", motivo por el que los directores no han querido seguir el natural hilo histórico de España. Confirman que  el de Carlos V e Isabel de Portugal fue un matrimonio de conveniencia con suerte y que acabó con el amor eterno y mutuo entre sus cónyuges. Pero ¿de verdad fue tan santo y tan católico el emperador que no cometió adulterio nunca? Esperemos que no pase entonces como con Felipe el Hermoso, que parecía tan "Hermoso" en "Juana la Loca" que todas las cortesanas se acostaban con él... ¿o era él con ellas? ¡Tan "Hermoso" pero tan mal cristiano! Eso, por no hablar de los deslices amorosos entre Michelle Jenner y Rodolfo Sancho en "Isabel", y el tijeretazo capilar de Juana a una sirvienta en el palacio de Felipe por presunta y dudosa insinuación a su esposo. 

Los "grandes". Desde espacios como Vertele se afirmó que alrededor de un centenar de personajes históricos pasarán por el plató isabelino. ¿Estarán entre ellos el famoso Gattinara o el no menos célebre secretario de Estado Francisco de los Cobos? Como se señaló en estas webs, las declaraciones son repetitivas e insisten en la importancia de los personajes que fracasarán o lograrán hazañas de la mano de Carlos V. Históricamente se trata de hombres relevantes que manipularon la política del siglo de oro español. ¿Cómo se relacionará el monarca castellano con ellos, al margen de los libros de Historia? That's the question. Una serie de política histórica no es nada sin intrigas. La primera temporada de "Isabel" fue, en mi opinión, la menos predecible, ya que el cómo de las ascensión al trono estuvo plagada de incertidumbres, y quizás también por eso recabase más share que las dos últimas. Fue el capítulo inédito que nadie o muy pocos estudiaron de memoria en el instituto. En el caso de "Carlos, Rey Emperador", quizá lo menos destacado sea precisamente la relación con Isabel de Portugal, razón por la cual se pretende sorprender al espectador con aspectos de la vida de estos conocidos personajes que no se sabían a ciencia cierta, aunque esperemos que la serie no se convierta en drama romántico.
Mercurino Gattinara (ca. 1530)
                                                            
Retrato de Francisco de los Cobos (ca. 1530)


                                            

El protestantismo. Otro de los ejes de la política exterior de Carlos V, aunque no tanto de éste como de su sucesor. No sólo debió combatir al infiel fuera de sus fronteras, sino a la herejía dentro de ellas. Se enfrentó a los príncipes alemanes en la batalla de Mülhberg hacia 1547 y solo un par de años después se decretó el principio "cuius regio, eius religio", que determinaba que, así la confesión de su príncipe, así la de sus súbditos, en la famosa Paz de Augsburgo. Los conflictos con Francia también adquirieron esta connotación: se extendía el calvinismo y hasta su propio rey se volvió protestante, lo que dio quebraderos de cabeza sobre todo a Felipe II. Podría ser otra de las líneas maestras de la serie.

¿Veremos nuevos personajes históricos en sucesivas renovaciones de la serie?

¿Secuela o spin-off? Todavía no ha quedado claro en los medios si se tratará de una secuela o de un spin-off. Secuela en el caso de que la serie reúna varias temporadas, y spin-off si se trata solo de una continuación de "Isabel" con una única temporada de varios capítulos. Según las últimas declaraciones, se está concluyendo con el "rodaje del último tramo de la vida del emperador, en el que afronta su retiro" y los éxitos y fracasos de una vida volcada en soportar el peso del imperio bajo sus propios hombros, cuando en principio la filmación empezó hace un año, el tiempo que más o menos se necesitó para el rodaje de cada una de las tres temporadas de su predecesora. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que la serie tiene previsto un amplio repertorio de actores para encarnar más de 100 personajes históricos. ¿Cabrán esos 100 en una sola temporada? El número de episodios a día de hoy es especulativo. Tal vez repitan con un total de 13 o 15.

¿Una sola temporada? En todo caso ¿por qué contentarse con una sóla si la serie recoge suficiente audiencia? Últimamente los beneficios económicos no están de más, y de seguro que las cadenas extranjeras apostarán por comprar los derechos de copyright para doblarla en sus respectivos idiomas ¿Veremos en un futuro no muy lejano la continuación de la monarquía española con Felipe II, el rey burócrata? Todo depende de la audiencia que recaude el estreno, pero teniendo en cuenta las últimas tendencias, es plausible, ya que el imperio acaba con Carlos V pero no los conflictos europeos, que heredó Felipe II de su padre. Además, las cadenas están apostando los últimos tiempos por la renovación continuada de las series de mayor éxito, ante el temor de que nuevas propuestas no calen en el público, además del recorte de presupuestos, que en ocasiones ha retardado la emisión de algunas como "Cuéntame cómo pasó" o "Águila Roja" hace dos o tres años.


                                      Tráiler promo

Universitarios "a la bolognesa"

Por más que uno piense y reflexione sobre nuestro modelo educativo del EEES (Espacio Europeo de Educación Superior), lo más que puede acabar pensando es que, a día de hoy, los universitarios se "cocinan" a "la bolognesa" y, como segundo ingrediente de esta infalible receta para la mejora calificativa de los egresados, no podía faltar el inglés. Lo primero que se necesita para este brebaje mágico que, hipotéticamente, acabará (o ha acabado) con los hábitos holgazanes de aquellos que se "cocinaron" en las licenciaturas, es una buena dosis de práctica, muchos trabajos y prácticas, dentro y fuera del aula, para que el resultado final sean unos universitarios que derrochen entusiasmo por su trabajo y solo sueñen, cada día de su vida, con trabajar, trabajar y trabajar. ¿Qué es eso del pensamiento crítico? Ni se sabe. Lo que interesa es producir muchos "universitarios a la bolognesa", que además dominen bien el inglés y, sobre todo, sean trabajadores altamente cualificados... para acabar "fregando" bajo el yugo de sus progenitores, la alegre generación de nuestros padres que tanto luchó por una democracia y la futura facilidad de acceso a los estudios de sus descendientes. Pero, contradicciones aparte, lejos de irme por los cerros de Úbeda ¿en serio? ¿no nos habremos pasado echando demasiado inglés a la salsa italiana más famosa de todos los tiempos? Yo respondería, indudablemente, que sí, pero no ahora, sino que ya llevamos alrededor de una década pasándonos veintemil pueblos, desde que a los españoles nos dio con los idiomas. Los licenciados nunca necesitaron del inglés y no se contemplaba como obligatorio en su plan de estudios para obtener el título, pero quizás poseyeran otros ingredientes que a los graduados nos faltan.



Los actuales Grados en poco se pueden comparar con las antiguas licenciaturas, y con "compararse" me refiero a nivel de formación curricular: la abreviación de contenidos y los excesivos recortes de materia didáctica han acabado debilitando la educación superior, hasta el punto de equipararse a los institutos, quedándose en una adquisición de conocimientos bastante superfluos, lo que se compensa con el máster, equivalente a un 5º de licenciatura y que contempla la especialización del estudiante, ocasionando que el grado académico se devalúe, pues la mayoría de las veces cuatro años serán insuficientes para desempeñar profesiones regladas (¡y no digamos ya las no regladas!). Sin embargo, en muchos otros aspectos siguen siendo similares, por mucho que nos empeñemos en llamar a las asignaturas "créditos". Por ejemplo, la antigua llamada "memoria de licenciatura" se puede asimilar hoy en día al "trabajo Fin de Grado" (TFG), pero a diferencia de éste, prácticamente su desarrollo temático era el de una tesina, y de hecho, posteriormente se accedía al doctorado, así como su calidad y extensión, que denotaban ya la calidad de un investigador. Todavía no puedo entender que se considere un obstáculo que alarga la carrera académica un año más cuando también la memoria de licenciatura fue requisito sine qua non.

En cuanto a la formación integral, dependiendo del caso, nos encontramos con algunas vagas nociones de aquel extinto plan de estudios: "entonces corregíamos montañas de trabajos", comentó un día uno de mis profesores en clase, lo cual no dista mucho de lo que sufrimos algunos ahora, que tenemos que escribir trabajos de 20 páginas en dos meses y sin conocer apenas la metodología apropiada para desarrollarlos. Tan sólo nos informan escuetamente, y en conjunto con la materia del curso, que "este tipo de fuente documental informa de... X cosa" o "sabemos de este hecho por X documento o X libro escrito en Y año del siglo Z". Un día, mientras buscaba entretenerme en la biblioteca de mi universidad, encontré un artículo de apenas 6 o 7 páginas que había sido redactado por una profesora que conozco y que se licenció en 1985. Pertenecía ya a su época de posgrado. Lo que me sorprendió fue que, casi con nuestra misma edad, ya supiera la utilidad que tenían determinadas fuentes documentales para desarrollar problemáticas históricas, que supiera citarlas sin errores y que no hubiera necesitado escribir un trabajo tan largo para ser publicado en las actas de un congreso. Por su estilo de redacción, se podía comprobar que el nivel de madurez era semejante, por cuanto las notas a pie de página evidenciaban complejidad y se citaban completas, sin abreviaturas de ningún tipo. Generalmente los estudiantes tendemos a completar las citas y ponerlas igual que en el apartado de bibliografía, para no complicarnos. ¿Qué quiere decir todo esto? Que las propias carreras universitarias mantienen una estructura "feudal" (no voy a entrar en detalles) con planteamientos de trasfondo capitalista: no interesa formar mentes críticas, sino "empleados", no "empleadores", por decirlo de algún modo, y para ser más exactos, formar "empleados" incapaces de escalar para convertirse en "empleadores". El objetivo es fabricar, producir "productividad", valga la redundancia. Conocimientos rápidos y muy básicos, trabajadores que hagan más y piensen menos y que, para colmo, dejen de hablar español in order to speak a perfect English.

Bolonia no vino a suprimir esos "grandes males" o defectos de las licenciaturas, porque no fueron tales como los que pudo haber engendrado desde 2009. Olvidémonos ya de que los licenciados podían ir al examen y saltarse las clases, que de eso también se abusa ahora en las aulas, porque el profesor no pedía firma ni lista (como mucho, algún control en 1º o 2º de carrera). Fue el tránsito hacia una educación superior más mercantilizada encubierta con aires de modernidad, con la lengua inglesa como colofón del proyecto, que parece que pretende suplir las carencias de una formación universitaria en constante declive, cuyos artífices planificaron para evitar que otros ascendieran a los puestos de prioridad y lo modificasen, orientada a un sistema económico azotado por la crisis, diferente del que dio origen a las licenciaturas. Todos los planes de estudios han tenido sus ventajas y sus incenvenientes, pero el inglés no puede constituir la receta milagrosa de este "cocido". En muchos foros y webs se reflexionó acerca del requisito lingüístico e incluso la gente votaba si era necesario acreditar el nivel de inglés correspondiente para graduarse. Aproximadamente la mitad de los internaturas de estos foros online respondieron afirmativamente, mientras otro porcentaje similar argumentó lo contrario: el inglés no puede garantizar que un cirujano mediocre opere bien y no se equivoque, sino que, antes bien, un médico debe saber antes que nada de medicina, y de lo otro después. En todo caso, lo que ha venido a suponer Bolonia es un escollo en la vida académica de muchos estudiantes, que ven imposible la acreditación en lengua inglesa en solo cuatro años, mientras nuestra lengua, el castellano, que es una de las más habladas del mundo, sigue en retroceso cultural al no valorarse la capacidad de comunicación y de transmisión de conocimientos en la propia lengua, que es lo básico para poder desenvolverse mínimamente en el país, para poder empezar una carrera universitaria y seguirla día a día, porque el bilingüismo se queda atrás en la ESO. La sociedad busca trabajadores eficientes, no pensadores brillantes.

"El 70% de los universitarios del Plan Bolonia necesita más de cuatro años para graduarse"

El Plan Bolonia aterrizó hace seis años en Cantabria, dando un giro a la metodología de los estudios universitarios. Desaparecieron las licenciaturas, las diplomaturas y las ingenierías, y los estudiantes que accedieron por primera vez a la Universidad de Cantabria (UC) se toparon con los títulos de Grado del Espacio Europeo de Eduación Superior (EEES) al que se enfrenta el estudiante cuando inicia su aventura universitaria. Un período mínimo de cuatro años el que tiene que obtener 240 créditos para poder acceder luego al posgrado y en último término al doctorado. El nuevo plan de estudios, encaminado a homogeneizar los sistemas de educación europeos, comenzó  aplicarse en el curso 2009-2010 en siete de las veintiocho carreras de por aquel entonces que se cursaban en la UC (ahora son treinta [...]). Al curso siguiente, 2010-2011, se extendió al resto del campus. La nueva metodología de estudios exige al alumno, entre otros aspectos, estar en posesión del nivel B2 de inglés y realizar un trabajo fin de grado para lograr el título. 




Entre ambos cursos, un total de 2.901 universitarios tuvieron el honor de ser los primeros en matricularse en el nuevo plan de estudios. Según datos facilitados por la Universidad de Cantabria, sólo 896 lograron terminar en cuatro años. Un 30% de los que empezaron. Es decir, que el 70% restante necesita más de cuatro años para graduarse. En la Universidad de Cantabria lo ven como una cifra "razonable", que "se asemeja a lo que ocurre en el resto de universidades españolas", teniendo en cuenta que "cuando empieza un modelo de estudios nuevo, lo normal es que la mayoría de los alumnos no acabe en el tiempo previsto, y más cuando algunas carreras han pasado de cinco a cuatro años". Lo dice Ernesto Anabitarte, vicerrector de Ordenación Académica de la UC. "Hay que ser  prudentes a la hora de valorar estos datos porque las primeras promociones son siempre las que sufren los desajustes iniciales que tiene que haber por definición"(...). Su impresión es refrendada desde la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, donde la primera promoción de graduados en Empresariales se compone de 65 de los 245 matriculados (26%), y la de Económicas, de la que terminaron en plazo 10 de los 90 que se matricularon en el curso 2010-2011 (un 11%). "Los primeros egresados de los títulos de Grado no son muy diferentes a los de las antiguas licenciaturas", asegura Pablo Coto, su decano, quien asegura que "no ha afectado sustancialmente a los porcentajes de éxito de nuestras titulaciones". 


Inglés y trabajos fin de Grado


No obstante, desde el Vicerrectorado de Ordenación Académica achacan los bajos números de egresados a que los nuevos requisitos que acarrea el Plan Bolonia (exigencia del inglés y un trabajo fin de grado) están alargando el tiempo que tarda el estudiante en acabar sus estudios. Con el inglés, a pesar de que detectan que cada vez hay un mejor nivel en el campus, "la exigencia del nivel B2 está creando problemas porque hay estudiantes que casi están acabando e igual no tienen el nivel". Así, por ejemplo, en el departamento de Filosofía y Letras hay titulaciones como Historia o Geografía en las que la capacitación lingüística en el idioma de Shakespeare hace que los estudiantes lleguen a cuarto sin cumplir ese requisito. "Si el inglés no fuera requisito, se habrían graduado en el tiempo previsto 40 de los 58 alumnos que estrenaron el Grado en Historia y 18 de los 30 que comenzaron en Geografía", explica Jesús Ángel Solórzano, decano de la facultad de la que ha salido una primera promoción de trece graduados en Historia y seis titulados en Geografía. 


Otro de los obstáculos que ha alargado la vida universitaria de muchos estudiantes es el trabajo de fin de grado. En ese sentido, al vicerrector de Ordenación Académica no le importa hacer autocrítica y aboga por intentar ajustar este tipo de requisito a los nuevos tiempos. "La tendencia natural de los profesores es pensar que no se puede dejar de dar materia y eso ha hecho que este tipo de trabajos sea en algunos casos excesivamente largo y no bien diseñado". Consciente de que los alumnos de la primera promoción de Bolonia han sido los que "han pagado un poco los desajustes iniciales", Anabitarte cree que hay que dar tiempo al modelo para que las asignaturas se proporcionen a los tiempos marcados y los alumnos tengan el chip de que tienen que conseguir el B2 de inglés. "Las titulaciones tendrán que ir ajustando los tiempos y las exigencias de los estudiantes a las horas reales que tienen de trabajo. Teóricamente se han ajustado pero no hemos sido capaces de adaptarlo bien en todas las asignaturas", reconoce el vicerrector.


Algunas facultades amplían el listado de motivos que explican tales cifras de egresados. "En nuestra primera promoción han cursado estudios un número nada despreciable de estudiantes que lo han compatibilizado con trabajo, y eso influye de manera importante en los ritmos de una carrera", explican desde Enfermería. En otra facultad, la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales y de Telecomunicación, el número de alumnos es "por lo general bajo e incluso superior al de las primeras promociones de los planes de estudio que se acaban de extinguir". Entre la seis titulaciones que se imparten en esta escuela arrojan un total de 48 egresados de los 292 que se matricularon el primer año del modelo de Bolonia. Las cifras las da su decano, Francisco Javier Azcondo, quien añade más explicaciones a la demora de las titulaciones. "Además de la difícultad propia de los estudios, el proceso de finalización de un plan de estudios puede venir acompañado de la participación en un programa de intercambio o prácticas en empresas cuyas características retrasan la graduación". 


La valoración que hacen los estudiantes de la Universidad de Cantabria (UC) del actual plan de estudios implantado en Cantabria va en consonancia con las palabras de sus profesores. "Los datos no son positivos para ser el primer año", señala Cristina García, presidenta del Consejo de Estudiantes. Sus explicaciones no se alejan mucho de la versión institucional. "La puesta en marcha de Bolonia, de un nuevo sistema de evaluación, el requisito de la capacitación lingüística y el trabajo de fin de grado son elementos, específicamente estos dos últimos, que han impedido a muchos estudiantes finalizar justo en cuatro años".No obstante, echan un capote a la institución académica al afirmar que "las diferentes ampliaciones de convocatoria para los trabajos de fin de grado y múltiples posibilidades de obtener el B2 de inglés, junto con mejoras continuadas en la planificación docente, van a contribuir a que los resultados mejoren de forma significativa". Su optimista visión no quita para que lancen un aviso a los decanos. " Los centros deben analizar, a través de encuestas, cuáles pueden ser los motivos de por qué se tarda más tiempo en finalizar los estudios". 


El Diario Montañés, 2015

Fundamentalismo y yihadismo: ayer y hoy

Un grupo islamista radical destruye esculturas y templos acadios milenarios... La Historia corre peligro de muerte... Noticia:

http://www.abc.es/internacional/20140708/abci-yihadistas-templos-califato-201407071904.html

Cuando leí esta noticia en ABC y en todos los medios de comunicación, pensé que una parte de la ciencia de la que yo formo parte como estudiante de Historia había comenzado a agonizar. Se estaba desafiando a la propia cultura, y entre los historiadores apenas se ha oído nada al respecto pero, tanto estudiantes como profesionales, deberíamos tener en esto voz y voto, y de alguna forma, nuestra tarea es explicar a la “sociedad de la información” que lo demanda qué ha ocurrido y qué está ocurriendo. Como historiadora o como estudiante de Historia, también siento que hay cosas que me conciernen, y un historiador no sólo debe saber leer y escribir, sino también ser crítico y ofrecer respuestas a la sociedad que lo demanda, respuestas que alguien de la calle, sin formación, no podría dar. Un historiador tiene que ser prudente, una persona consecuente con eso que piensa, dice o escribe, y nuestro trabajo, tan encarado a una sociedad como la de hoy, la "sociedad del conocimiento", de la "información", nos exige -creo- por una parte, no mantenernos totalmente al margen de lo que ocurre, y menos cuando la cuestión nos hiere tan directamente como lo hace ésta: hace
unas dos semanas, los yihadistas emitieron un vídeo en el que demolían unas estatuas aparentemente milenarias –que se han demostrado ahora falsas, estando las originales a salvo –en  un museo de Mosul y, no contentos con esto, también pretendieron arrasar las ruinas de la  antigua ciudad de Nínive en el norte de Irak, derruyendo todos los templos y acabando con todo el patrimonio histórico… ¿El motivo? Que los miembros radicales consideraban todas estas antiguas esculturas de divinidades acadias “falsos ídolos”. ¿Cómo se ha llegado a esto? ¿Por qué ha ocurrido? ¿Es que existe alguna relación entre el fundamentalismo islámico y este tipo de prácticas destructivas?  En verdad, la destrucción de símbolos religiosos y culturales no es una práctica connatural únicamente al fundamentalismo islámico, que es una ideología de poder que subordina la política a la religión, una vertiente dentro de la cual se encuentra la alternativa del yihadismo. Ni siquiera es algo novedoso: a finales del siglo IV d.C, en la parte oriental del Imperio romano, un monje copto asceta llamado Shenute de Atripe se convirtió en un “santo” destructor de ídolos paganos. Llegó a la ciudad de Shmin y se dedicó a recoger todas las esculturas paganas para luego demolerlas y arrojar sus restos a un río. El primer monacato cristiano se caracterizó por su pretensión de erradicar el paganismo del Imperio de manera violenta, exorcizando, entre los forcejeos de la muchedumbre que se acercaba a ver la escena e impedir la desacralización del lugar, esculturas profanas en las que dormitaba el endemoniado espíritu de un falso dios. Otros, en cambio, preferían la palabra a la violencia.



Luego entonces, no debería de sorprendernos un suceso como éste. Sin embargo, a lo que la autora de esta investigación, la profesora Mar Marcos, historiadora de la UC y presidente del SECR (Sociedad Española de Ciencias de las Religiones) interpretó como un acto de construcción de la identidad cristiana, habría que añadirle que, de la misma forma que las identidades son construidas por unos colectivos, otros, para conformar la suya propia, aniquilan otras identidades.

Así pues, el fenómeno “fundamentalista”, independientemente de su vocación religiosa, es un fenómeno antiguo, pero una “realidad” reciente. Me explico: ha habido épocas históricas de conflicto religioso en Oriente, pero los artífices no se llamaban a sí mismos fundamentalistas ni sus adversarios los conocían así; tanto en la Antigüedad como en la Edad Media los conflictos clánicos y tribales entre musulmanes y bereberes fueron una constante histórica, y algunos historiadores atribuyen a estas diferencias la razón de la caída del califato andalusí; tradicionalmente, también la caída del reino visigodo en la Península fue fruto del desgaste político y económico que ocasionaban las disputas internas por el poder; durante el siglo XVI media Europa se hallaba sumida en conflictos políticos que tenían su raíz en la religión: las luchas entre católicos y protestantes, y entre el clero reformista y el contrarreformista. Gran parte de Europa era cristiana, pero no todos eran cristianos de igual grado, pues los había más ortodoxos con la religión y otros más heterodoxos. Lo mismo ocurre con los musulmanes chiíes y suníes: unos aceptan de mejor grado la secularización del Estado y otros propugnan un férreo retorno a las fuentes religiosas como fundamento jurídico, político y económico, y la subordinación de aquél a la religión, aunque es fácil recurrir a categorías simplistas que simplifiquen al máximo la complejidad de aspectos que nunca dejarán de entrañar complejidad, especialmente cuando no nos sentimos identificados con el problema.

Los libros de Historia jamás acuñaron el término “fundamentalista” para describir el fenómeno. Es una “realidad” reciente porque conceptualmente ha sido articulada en los últimos 50 años por la historiografía, y son las palabras y las ideas las que construyen realidades. Lo que en su día no tuvo nombre, no existió, pero la interpretación del pasado se elabora siempre desde nuestro presente y, por tanto, con las ideas y categorías del momento actual. De la misma forma, la construcción de identidades existió siempre pero lo que nos diferencia es el revival que esto ha adquirido hoy día con el surgimiento de las identidades colectivas. La violenta ruina por parte de un grupo yihadista de estatuas y templos acadios obedece a un abrupto proceso de demolición de los "ídolos" profanos para reafirmar una identidad articulada sobre un discurso ideológico extremista. Ése discurso comenzó a emerger en las décadas de 1940 y 1950, con el auge del proceso descolonizador.

 Las reivindicaciones del pueblo islámico se volcaron contra Occidente, como una reacción puntual a la injerencia de sus nuevos valores modernos, porque atacaban elementos con los que éste se identificaba, especialmente el Corán, que ha sido durante siglos un componente relevante de su identidad y cultura, mientras que en Occidente el peso de la religión se ha ido retrotrayendo al ámbito privado. En Argelia a fines de la década de 1970, el interés de Francia, con la que hasta entonces había mantenido buenas relaciones, en desarraigar o “desoccidentalizar” a aquélla trayendo profesionales e intelectuales árabes, lo que provocó fue una reacción fundamentalista: el Frente de Salvación Islámica, dado que  la minoría sunní temía ser absorbida por una “religión totalitaria”, que su identidad fuera engullida y aniquilada. Así pues, el incidente yihadista es sólo una reacción puntual más de entre todas a las que hemos asistido en el pasado, y ya vaticinó hace 20 años el sociólogo Daniel Bell que el fundamentalismo islámico centraría su eje de acción en la “industria turística” ¿no es, acaso, el patrimonio histórico una industria que atrae a miles de personas a los museos y a los yacimientos arqueológicos?

 Entonces ¿qué soluciones tenemos? En mi opinión, debemos aceptar y entender  el fenómeno de las identidades como un rasgo universal y de nuestro tiempo y, sobre todo, lo que tiene que ver con las identidades religiosas. De igual modo, convendría entender la religión como un “lenguaje” o “koiné” inherente al ser humano, una perspectiva que fomente el diálogo entre especialistas, y que a nivel educativo se piense en introducir asignaturas que aborden el estudio de las religiones desde una óptica plenamente aconfesional en Primaria y Bachillerato. Finalmente, teniendo en cuenta que este incidente podría ser el preludio de algo mayor, sería conveniente un uso apropiado de las nuevas tecnologías infográficas para crear bases de datos con todas las publicaciones, documentos, fotos e información sobre el patrimonio, de manera que permanezcan accesibles en la "nube". En nuestras manos está en perpetuar el estudio de la Historia como fuente para acceder al conocimiento del pasado, y que la disciplina no agonice y desaparezcan los historiadores. Porque sin historiadores, no hay Historia; si no hay historiadores, no existe el pasado.​

24 de marzo, 2015

El fenómeno religioso en nuestros días... ¿espacio de conflicto o marco de diálogo?

Hace poco más de un mes, la profesora de Historia Antigua de la UC, Mar Marcos, presidente de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, escribió un arículo de opinión para el períodico El País ("La hora de las religiones", El País, V-02-2015) en el que recordaba el trágico incidente del Charlie Hebdo y exponía las medidas jurídicas que habían aplicado algunos gobiernos europeos para hacer frente al problema. Mientras algunas medidas legislativas que se han adoptado han sido más represivas, en otros casos los países cuentan con otro tipo de estrategias, como la solución educativa, introduciendo asignaturas que den a conocer de forma aconfesional y laica la religión en sus respectivos sistemas educativos, cosa que en España, desafortundamente, no ha sucedido. Sin embargo, las ventajas de conocer mejor el fenómeno religioso radicarían en un posible entendimiento, ya que muchos son los prejuicios emitidos desde Occidente a Oriente, y quizás así se acabaría con los fanatismos religiosos. Pero existe el problema de la comprensión  e incomprensión religiosa ¿puede ser la religión un espacio de conflicto o, por el contrario, un marco de diálogo? Lo que inicialmente es un planteamiento, genera después bastante incertidumbre: al final te das cuenta de una cosa ¿cómo debemos entender el fenómeno religioso? ¿debemos hacer de ello un problema, o al contrario, basarnos en ello para crear espacios de entendimiento y de diálogo? Porque parece que, nos guste o no, los gobiernos (al menos en España) no tienen intención de abogar por la solución educativa. Y, por otro lado, el problema no es sólo propio, de los occidentales y de nuestras "presuntas" raíces cristianas: aunque nosotros no podamos verlo, habrá gente de otros países que también se habrán dado cuenta de que la solución no la puede plantear uno solo, sino que tiene que ser algo en lo que participen colectivos, de unos países y de otros: a un problema internacional, debería corresponderle una respuesta internacional, aunque ahora mismo parezca utópico decirlo así. Creo que una reforma para introducir una disciplina relativista en el marco de las religiones puede ser necesaria, pero no efectiva si sólo algunos gobiernos europeos apuestan por ella. Paliaría ese gran desconocimiento que todos tenemos de las religiones ajenas, y a largo plazo, tendríamos una generación capaz de involucrarse y familiarizarse con el conflicto religioso. 

No se trata ya tanto de que seamos críticos con la religión, si "promueve la violencia y la discriminación", sino de que sepamos comprenderla dentro del siglo XXI en el que estamos, pero por parte de todos, y no sólo de unos pocos. El problema ya no es sólo de fuera, sino nuestro también, porque la religión ha existido y coexistido con el hombre en todas las edades pretéritas: en ese sentido, para mí que sería oportuno hablar de la religión como un lenguaje que trasciende fronteras. Desde la Antigüedad se han producido sincretismos entre religiones, e incluso entre religiones muy distantes, existían vínculos en común, elementos mitologémicos. Si la religión es un lenguaje, casi una especie de "koiné" en el seno del género humano, será necesario deselvolverse en ella como tal, igual que ahora en todos los países se ha implantado el inglés como primera lengua extranjera y vehicular; lo que hoy día es lingüisticamente la destreza en lengua inglesa, en la Antigüedad lo constituía el griego, y quien no sabía griego lo tenía muy difícil para entenderse si se iba, por ejemplo, a Atenas o a Egipto. Si no nos entendemos, es porque, lógicamente, no hablamos todos bajo unos mismos términos: las medidas represivas del gobierno son muestra de ello, porque se responde a un problema socio-cultural mediante estrategias político-jurídicas que además sólo lo van a agravar. Podemos escurrir el bulto todo lo que queramos, pero la solución es el diálogo, y para eso hace falta un consenso mundial, o muy generalizado, al menos. 

En otras palabras ¿quiénes son más fanáticos? ¿nosotros, los occidentales? ¿o los islamistas radicales, por poner un ejemplo que conozcamos todos? ¿quiénes se están cerrando más en banda? ¿nosotros con nuestro ateísmo y nuestro "laicismo", o ellos con sus arraigadas creencias? La religión no le es ajena a nadie, porque siempre existirán fenómenos que la ciencia no podrá explicar. A veces la religión, que siempre se contempla como algo irracional, se torna racional cuando nos damos cuenta de nuestra propia finitud, de que no somos ni omnipotentes ni omnividentes. La raza humana no puede considerarse perfecta, porque la perfección no existe, y tal aspiración pertenecerá siempre al terreno de lo "irracional". La misma religión es una filosofía, y bien que creyeron  los filósofos decimonónicos que la filosofía era el medio del que debía servirse el ser humano para alcanzar la felicidad, y por medio de la cual se podían resolver muchas de las dudas propias de nuestro género. Entonces filosofía y religión eran muchas veces incompatibles, pero ahora ya no estamos ni en el siglo IV a.C ni en el XIX d.C. Siempre habrá espacios donde la ciencia no penetre. Para nosotros es como si la ciencia fuera en sí misma una especie de religión, en la Europa occidental, pero eso no ocurre en todas partes.

24 de marzo de 2015 

"La hora de las religiones"

"Los recientes atentados de París han convertido a la religión en un tema inusitado de atención. Todo el mundo ha expresado ya alguna opinión (analistas políticos, líderes religiosos, intelectuales, humoristas), todos menos, sorprendentemente, los estudiosos de las religiones. ¿A qué se debe este silencio? Las cuestiones que los atentados han traído a debate no son nuevas para ellos. Al contrario, el conflicto, a veces violento, constituye la esencia del devenir histórico de las religiones y en algunas de ellas, como en el cristianismo y el islam, ha sido el motor de su propia construcción y supervivencia. Existen centenares de estudios sobre esto. Quizás por eso, porque poco nuevo puede decirse ya, los expertos se han abstenido de contribuir a la discusión mediática de estos días; quizás, también, por el convencimiento de que su discurso, crítico y equidistante, tiene poco interés en el fragor de la batalla iniciada contra el radicalismo.

No son los actos de violencia en París en sí mismos los que me han llevado a escribir aquí, sino las soluciones que desde Occidente se proponen al problema. Europa está en guerra contra el islamismo (radical) y los franceses, tras “un debate en profundidad” (en palabras de su primer ministro, Manuel Valls), han asumido el liderazgo sugiriendomedidas que comprenden el control sobre Internet y las redes, el reforzamiento de lasunidades antiterroristas, el registro de los datos sobre pasajeros, el aislamiento de los presos en las cárceles, la vigilancia de los imanes radicales (“predicadores del odio”), así como un programa de adoctrinamiento en los valores del laicismo en la escuela. Todo el mundo está esencialmente de acuerdo. A raíz de esto, en España se ha alcanzado un pacto de Estado histórico entre los dos grandes partidos, PP y PSOE, el primero que se logra desde 2011. Las medidas contemplan la ampliación del delito de terrorismo y el endurecimiento de las penas. El texto del acuerdo señala cuáles son los mejores instrumentos para combatir la violencia irracional: la acción de las fuerzas de seguridad, la actuación de jueces y tribunales y la cooperación internacional, garantizando que habrá suficientes recursos humanos y materiales para ello. El recientemente aprobado PEN-LCRV (Plan Estratégico Nacional de Lucha Contra la Radicalización Violenta) incluye en su último punto la puesta en marcha de “programas de formación integral sobre el fenómeno de la radicalización” –sin que pueda adivinarse cuáles– dirigidos a las fuerzas y cuerpos de seguridad, a órganos de las Administraciones Públicas, ONG y colectivos vulnerables.

En esta marabunta de medidas represivas se atisba entre los gobernantes la intuición de que, para esta guerra, la educación tiene algún valor instrumental. Francia pretende implicar a todo el sistema educativo en el combate de las “ideologías excluyentes”, explicando los principios de laicidad como sustentadores de la República. Es laguerre des laïcs, como la ha llamado Marion Cocquet (Le Point, 21 de enero de 2015). El pacto alcanzado en España no establece ni una sola medida dirigida a combatir el extremismo dentro de un plan educativo. Si las religiones están implicadas, ¿por qué no hacer de su enseñanza un instrumento contra el fanatismo? El desconocimiento de las religiones de “los otros” es enorme en Europa, como enorme es el desconocimiento de la religión “propia”. Laicidad y enseñanza de las religiones no son incompatibles. Bien al contrario, lo que ha propuesto el Observatorio de la Laicidad en Francia es el desarrollo de la enseñanza laica del hecho religioso, tomando en cuenta todas las culturas y la convicciones religiosas presentes en el Estado.

No sólo las religiones presentes en los Estados europeos deberían estudiarse en la escuela, sino todas las grandes religiones del mundo en términos comparados, una disciplina –las Religiones Comparadas– con larga tradición académica. Todos los países de Europa incluyen en sus programas escolares una materia de religión, en la inmensa mayoría de los casos de religión cristiana, con un carácter confesional, impartida por docentes que suelen carecer de una formación específica de calidad. Quizás ha llegado la hora de hacer el cambio, sustituyendo el monopolio de la educación confesionalcristiana por un programa que incluya las otras religiones, sin campañas de adoctrinamiento, creando un espíritu crítico que merme la fuerza del radicalismo.

A las mentes racionalistas y las sociedades laicas de Occidente puede disgustarnos el hecho religioso. Debemos ser críticos con las religiones como sistema, sobre todo si promueven la discriminación y sirven de sustento para actos de violencia. Podemos desear que las creencias permanezcan en la intimidad del individuo y que las religiones no interfieran en lo público, pero esto no es así y no va a serlo en el futuro próximo. La modernidad no ha disminuido el sentimiento religioso, ni ha relegado las religiones al ámbito privado ni, mucho menos, ha hecho que decrezca su influencia. Las religiones no nos son ajenas, hay que contar con ellas, conocerlas.

Para contribuir al abanico de acciones propuestas en los últimos días para acabar con el radicalismo religioso, sugiero que el estudio comparado de las religiones se incluya en los programas escolares en todos los niveles y que sean docentes con formación académica quienes las enseñen. En España hay un buen número de universitarios expertos en las diversas ramas del estudio de las religiones. Es cierto que los efectos de esta educación en la transformación de las mentalidades serán lentos y no evitarán que se produzcan otros atentados –tampoco lo conseguirán, seguramente, las nuevas medidas antiyihadistas–. Al menos esta propuesta no es represora, ni fuerza los límites del Estado de derecho ni exige a Occidente el sacrificio de inevitables recortes de las libertades cívicas."

Mar Marcos es profesora de Historia en la Universidad de Cantabria y presidenta de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones (SECR).

El País (5 de febrero, 2015)

domingo, 9 de agosto de 2015

"Las mujeres deben creerse más sus méritos y postularse para los cargos"

Mar Marcos nació en Saja (Los Tojos) hace 52 años, y el 1 de octubre tomó posesión como nueva directora del Área de Igualdad y Política Social de la UC, uno de los "segmentos" del Vicerrectorado de Cultura, Participación y Difusión de la Universidad de Cantabria. Entre el pequeño pueblo cabuérnigo, de apenas un centenar de habitantes, y su nuevo cargo,  hay una profesora de Historia Antigua, con un post-doctorado en Oxford de dos años, especialista en conflictos, cultura y sociedad del mundo Tardoantiguo y el Bajo Imperio Romano que, justamente, dejó de lado su principal vocación, la Historia de la mujer en la Tardoantigüedad romana, al ver que la ciencia considera estos temas de "segunda clase". Es también la "presidente" -pues se declara respetuosa con el lenguaje y cree que el término es correcto- de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones (SECR) desde hace dos años, y miembro de la Comisión de Investigación de la UC, una institución que ha perdido vigor y cuyo papel ella espera poder reforzar.

R: ¿Qué balance se puede hacer del devenir del Área de Igualdad de la Universidad hasta ahora?

MM: Creo que el balance es positivo. Se creó en 2010, a la par que en otras universidades, porque la UC cree necesario comprometerse expresamente con una sociedad más justa e igualitaria. Aquí no existe la discriminación normativa. Y tenemos un Plan de Igualdad que funciona. Es una ampliación del Plan Concilia de 2007, que también marcha bien, puesto que nuestro buzón no recibe quejas en ese sentido. En el plano práctico tenemos abierta una escuela infantil que ha cumplido ya 10 años (...) y un campus de verano singular. Además es importante el Premio de Igualdad que damos todos los años y que está dotado con 2000 euros. 


R: ¿Diría (...) que el interés de la UC por la igualdad es real y no sólo cosmético?


MM: Por supuesto. Esta unidad tiene el apoyo entusiasta del rector, que nos ha dado una confianza sin límites, así como el compromiso de la Vicerrectora, Elena Martín Latorre, que es muy consciente de que tiene que estar dotada económicamente. Iniciamos una etapa en la que nos interesa tener resultados visibles, más amplios. La institución quiere cuidar mucho más esta vertiente. 

R: ¿Y qué nuevos aires trae, por dónde piensa empezar?

MM: Pues acabo de llegar y ya sé que es preciso explotar todos los datos estadísticos que están en mano de la universidad y que siguen en bruto, sin procesar, en lo que se refiere a ubicar a hombres y mujeres. Por ejemplo, no sabemos cuántas mujeres pasan con éxito por aquí. Hay que empezar a tratar la información para extraer conclusiones. Por eso, una de las medidas será hacer un diagnóstico actualizado. Existe uno de 2008, que hizo una empresa externa, pero el próximo lo haremos aquí. Cabe suponer que la evolución de las mujeres en este mundo es positiva con la sola traslación de los datos generales del Ministerio de Eduación, Cultura y Deporte. También tenemos un borrador de protocolo de actuación para detectar y prevenir el acoso, que se quiere retomar y desarrollar. Esperamos contar con él en el plazo de un año, aunque es una cuestión delicada.


R: ¿Y habrá alguna actuación de cara al alumnado? 

MM: Sí. La catedrática de Derecho Penal, Paz de la Cuesta, proyecta hacer un estudio sobre los malos tratos que sufren las alumnas. Está en marcha un programa piloto con las estudiantes de Derecho y ella se ha sorprendido al ver que las chicas aceptan el control de su pareja sobre sus salidas, sus hábitos, etc. Este es un problema latente, que no acaba de emerger, y creemos que sería muy interesante también hacerlo en las enseñanzas medias, porque las adolescentes no son conscientes de que ciertos controles son formas de maltrato. Un grupo de investigación lo llevará a cabo en la Universidad con apoyo de este área y estamos abiertos a llevar adelante proyectos de estas características con otras istituciones o asociaciones.


R: ¿Alguna inicitiva de otra universidad que le gust especialmente para implantarla en Santander?

MM: Una me gusta mucho y en este país apenas se considera: las escuelas de liderazgo femenino. A las mujeres les queda mucho por andar para lograr las cotas de liderazgo de los hombres. En España (el dato de aquí no lo tenemos) lideran proyectos universitarios un 30% de mujeres frente a un 70% de varones. También está claro que ellas no alcanzan los puestos de dirección: en 2013, sólo el 20%  del total de catedráticos eran mujeres, aunque en 2005 este porcentaje se queda en el 13'7%, lo que quiere decir que se ha avanzado muchísimo en poco tiempo. La direción es buena y no soy partidaria de culpabilizar a las mujeres de su "falta" de éxito. Pero es cierto que hay que estimularlas para ser líderes... no sé cuántas directoras de departamento habrá ahora mismo, aunque imagino que no serán muchas. Tampoco hay gran número de directoras de proyectos en investigación, aunque la tendencia está bien, porque las jóvenes, la generación de entre 25 y 44 años, ya investigan mucho. Cambiar esto no es fácil, porque hay que derribar enormes barreras culturales. Sin embargo, hay que recordar que tenemos los méritos suficientes para estar en las direcciones, en los puestos de responsabilidad. Esto hay que creérselo. Y hay que postularse para los cargos. Es cierto que exige un gran cambio cultural, porque incluso las que tenemos una carrera sólida nos preguntamos por qué cuando nos llaman para entrar en una comisión importante. A mí me encantaría saber cuántas mujeres se presentan a ocupar espacios concretos y fracasan y cuántas fracasan, simplemente, porque no se presentan. 


El Diario Montañés (22, noviembre, 2014)