lunes, 10 de agosto de 2015

Fundamentalismo y yihadismo: ayer y hoy

Un grupo islamista radical destruye esculturas y templos acadios milenarios... La Historia corre peligro de muerte... Noticia:

http://www.abc.es/internacional/20140708/abci-yihadistas-templos-califato-201407071904.html

Cuando leí esta noticia en ABC y en todos los medios de comunicación, pensé que una parte de la ciencia de la que yo formo parte como estudiante de Historia había comenzado a agonizar. Se estaba desafiando a la propia cultura, y entre los historiadores apenas se ha oído nada al respecto pero, tanto estudiantes como profesionales, deberíamos tener en esto voz y voto, y de alguna forma, nuestra tarea es explicar a la “sociedad de la información” que lo demanda qué ha ocurrido y qué está ocurriendo. Como historiadora o como estudiante de Historia, también siento que hay cosas que me conciernen, y un historiador no sólo debe saber leer y escribir, sino también ser crítico y ofrecer respuestas a la sociedad que lo demanda, respuestas que alguien de la calle, sin formación, no podría dar. Un historiador tiene que ser prudente, una persona consecuente con eso que piensa, dice o escribe, y nuestro trabajo, tan encarado a una sociedad como la de hoy, la "sociedad del conocimiento", de la "información", nos exige -creo- por una parte, no mantenernos totalmente al margen de lo que ocurre, y menos cuando la cuestión nos hiere tan directamente como lo hace ésta: hace
unas dos semanas, los yihadistas emitieron un vídeo en el que demolían unas estatuas aparentemente milenarias –que se han demostrado ahora falsas, estando las originales a salvo –en  un museo de Mosul y, no contentos con esto, también pretendieron arrasar las ruinas de la  antigua ciudad de Nínive en el norte de Irak, derruyendo todos los templos y acabando con todo el patrimonio histórico… ¿El motivo? Que los miembros radicales consideraban todas estas antiguas esculturas de divinidades acadias “falsos ídolos”. ¿Cómo se ha llegado a esto? ¿Por qué ha ocurrido? ¿Es que existe alguna relación entre el fundamentalismo islámico y este tipo de prácticas destructivas?  En verdad, la destrucción de símbolos religiosos y culturales no es una práctica connatural únicamente al fundamentalismo islámico, que es una ideología de poder que subordina la política a la religión, una vertiente dentro de la cual se encuentra la alternativa del yihadismo. Ni siquiera es algo novedoso: a finales del siglo IV d.C, en la parte oriental del Imperio romano, un monje copto asceta llamado Shenute de Atripe se convirtió en un “santo” destructor de ídolos paganos. Llegó a la ciudad de Shmin y se dedicó a recoger todas las esculturas paganas para luego demolerlas y arrojar sus restos a un río. El primer monacato cristiano se caracterizó por su pretensión de erradicar el paganismo del Imperio de manera violenta, exorcizando, entre los forcejeos de la muchedumbre que se acercaba a ver la escena e impedir la desacralización del lugar, esculturas profanas en las que dormitaba el endemoniado espíritu de un falso dios. Otros, en cambio, preferían la palabra a la violencia.



Luego entonces, no debería de sorprendernos un suceso como éste. Sin embargo, a lo que la autora de esta investigación, la profesora Mar Marcos, historiadora de la UC y presidente del SECR (Sociedad Española de Ciencias de las Religiones) interpretó como un acto de construcción de la identidad cristiana, habría que añadirle que, de la misma forma que las identidades son construidas por unos colectivos, otros, para conformar la suya propia, aniquilan otras identidades.

Así pues, el fenómeno “fundamentalista”, independientemente de su vocación religiosa, es un fenómeno antiguo, pero una “realidad” reciente. Me explico: ha habido épocas históricas de conflicto religioso en Oriente, pero los artífices no se llamaban a sí mismos fundamentalistas ni sus adversarios los conocían así; tanto en la Antigüedad como en la Edad Media los conflictos clánicos y tribales entre musulmanes y bereberes fueron una constante histórica, y algunos historiadores atribuyen a estas diferencias la razón de la caída del califato andalusí; tradicionalmente, también la caída del reino visigodo en la Península fue fruto del desgaste político y económico que ocasionaban las disputas internas por el poder; durante el siglo XVI media Europa se hallaba sumida en conflictos políticos que tenían su raíz en la religión: las luchas entre católicos y protestantes, y entre el clero reformista y el contrarreformista. Gran parte de Europa era cristiana, pero no todos eran cristianos de igual grado, pues los había más ortodoxos con la religión y otros más heterodoxos. Lo mismo ocurre con los musulmanes chiíes y suníes: unos aceptan de mejor grado la secularización del Estado y otros propugnan un férreo retorno a las fuentes religiosas como fundamento jurídico, político y económico, y la subordinación de aquél a la religión, aunque es fácil recurrir a categorías simplistas que simplifiquen al máximo la complejidad de aspectos que nunca dejarán de entrañar complejidad, especialmente cuando no nos sentimos identificados con el problema.

Los libros de Historia jamás acuñaron el término “fundamentalista” para describir el fenómeno. Es una “realidad” reciente porque conceptualmente ha sido articulada en los últimos 50 años por la historiografía, y son las palabras y las ideas las que construyen realidades. Lo que en su día no tuvo nombre, no existió, pero la interpretación del pasado se elabora siempre desde nuestro presente y, por tanto, con las ideas y categorías del momento actual. De la misma forma, la construcción de identidades existió siempre pero lo que nos diferencia es el revival que esto ha adquirido hoy día con el surgimiento de las identidades colectivas. La violenta ruina por parte de un grupo yihadista de estatuas y templos acadios obedece a un abrupto proceso de demolición de los "ídolos" profanos para reafirmar una identidad articulada sobre un discurso ideológico extremista. Ése discurso comenzó a emerger en las décadas de 1940 y 1950, con el auge del proceso descolonizador.

 Las reivindicaciones del pueblo islámico se volcaron contra Occidente, como una reacción puntual a la injerencia de sus nuevos valores modernos, porque atacaban elementos con los que éste se identificaba, especialmente el Corán, que ha sido durante siglos un componente relevante de su identidad y cultura, mientras que en Occidente el peso de la religión se ha ido retrotrayendo al ámbito privado. En Argelia a fines de la década de 1970, el interés de Francia, con la que hasta entonces había mantenido buenas relaciones, en desarraigar o “desoccidentalizar” a aquélla trayendo profesionales e intelectuales árabes, lo que provocó fue una reacción fundamentalista: el Frente de Salvación Islámica, dado que  la minoría sunní temía ser absorbida por una “religión totalitaria”, que su identidad fuera engullida y aniquilada. Así pues, el incidente yihadista es sólo una reacción puntual más de entre todas a las que hemos asistido en el pasado, y ya vaticinó hace 20 años el sociólogo Daniel Bell que el fundamentalismo islámico centraría su eje de acción en la “industria turística” ¿no es, acaso, el patrimonio histórico una industria que atrae a miles de personas a los museos y a los yacimientos arqueológicos?

 Entonces ¿qué soluciones tenemos? En mi opinión, debemos aceptar y entender  el fenómeno de las identidades como un rasgo universal y de nuestro tiempo y, sobre todo, lo que tiene que ver con las identidades religiosas. De igual modo, convendría entender la religión como un “lenguaje” o “koiné” inherente al ser humano, una perspectiva que fomente el diálogo entre especialistas, y que a nivel educativo se piense en introducir asignaturas que aborden el estudio de las religiones desde una óptica plenamente aconfesional en Primaria y Bachillerato. Finalmente, teniendo en cuenta que este incidente podría ser el preludio de algo mayor, sería conveniente un uso apropiado de las nuevas tecnologías infográficas para crear bases de datos con todas las publicaciones, documentos, fotos e información sobre el patrimonio, de manera que permanezcan accesibles en la "nube". En nuestras manos está en perpetuar el estudio de la Historia como fuente para acceder al conocimiento del pasado, y que la disciplina no agonice y desaparezcan los historiadores. Porque sin historiadores, no hay Historia; si no hay historiadores, no existe el pasado.​

24 de marzo, 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario