Seguro que al terminar de ver los dos capítulos de ayer, más de uno se preguntó si esto podría llegar a ocurrir de verdad... o peor, si ya está pasando ahora mismo. Tras la emisión de la serie, Cuatro optó por un documental relacionado con los animales más peligrosos para el ser humano, interesante, pero que, en definitiva, nos dejó en ascuas. Ésta, la que plantea la serie, es la gran pregunta del millón, para la que es posible que no haya una única respuesta, ni una única teoría. Pero, de nuevo ¿es posible de verdad? Quizás, pero con un índice de probabilidad ínfimo, y no sería a escala planetaria, sino a nivel de especies concretas.

Los animales poseen, por así decirlo, un código genético determinado por sus orígenes biológicos y los genes aportados por sus progenitores. Se trata de conductas previsibles. Frente a un estímulo, pueden reaccionar de diversas formas, pero atendiendo siempre a un marco previo básico, que se puede reducir, para entendernos, a:
1) Luchar
2) Huir
3) Evitar
Las tres mismas variantes fueron descritas por César Millán, el entrenador de perros, en el programa "El encantador de perros" de Cuatro, hace algunos años. En un especial del mismo, también se tuvo la oportunidad de conocer a un "encantador de caballos" cuya filosofía consistía en lo mismo: la rehabilitación psicológica de los animales para hacerlos sociables a las personas. Es un esquema básico y que siempre se repite, sin importar demasiado la especie de que se trate, de modo que sería más que difícil que añadiésemos a ese esquema tripartito opciones como "llamar por teléfono" voluntariamente, lo cual pudimos ver reflejado en la serie cuando los tres leones subieron al malherido "Rafiki" al árbol y encendieron el móvil de éste de un zarpazo para preparar, a propósito, la trampa. El que un animal reaccione de diferentes formas preestablecidas depende de varias factores, como los genes de sus progenitores, ya que los instintos se heredan parcialmente, el nivel de socialización del individuo con otros de su especie, la atención proporcionada por sus progenitores o la posición jerárquica dentro del grupo y su personalidad.

Los instintos de un animal condicionan su comportamiento y afectan en gran medida sus respuestas a un estímulo, y de alguna forma, influyen en la selección natural, por lo que sólo los ejemplares con instintos más aptos, entre otras caraterísticas, sobreviven. Por ejemplo, existen gatos curiosos y gatos más retraídos, dentro de una tendencia general a la desconfianza en lo extraño. Si en algún momento un gato se siente atraído especialmente por un coche y se acerca a él, y éste se pone en marcha, corre peligro de ser atropellado, pero eso no sucedería si en vez de haber mostrado curiosidad, hubiera demostrado miedo o evitación. A fin de cuentas, no es tan diferente de lo que nos pasa a los humanos: algunos sienten vértigo y jamás harían puenting, y otros no lo sienten y se arriesgan a perder la vida.
El hecho de que esos instintos cambien, no es probable de hoy para mañana. Se trataría de un proceso natural de tipo evolutivo, una modificación de la herencia de los instintos que podría ir asociada o no a un aumento del tamaño cerebral o a una mejora cognitiva general, por ejemplo. Además, como tal proceso adaptativo, conllevaría miles o millones de años. Nosotros no lo notaríamos. Sin embargo, el hombre, mediante el uso de las tecnologías, sí podría propiciar o acelerar dicho proceso y alterar esas bases. Es en ese supueso científico en el que se basó la película "Deep Blue Sea" con los tiburones. Sería viable mediante la modificación genética de los genes que codifican los instintos, que podrían potenciarse o reducirse para conseguir diferentes resultados. Algo similar ocurre con el perro y el lobo: el lobo es el antepasado de todas las razas de perros, hasta el punto de que el mejor amigo del hombre no es más que una variante estilística mejor adaptada a la compañía humana. Sin embargo, existen diferentes tipos de perros, cada raza especializada en la realización de determinadas tareas. Algunas están pensadas para ser inteligentes y colaborativas con sus dueños, por lo que desarrollan más su inteligencia, como el pastor de Shetland, el Border Collie o el Pastor Belga; otras, en cambio, tienen una musculatura y una mandíbula perfecta para atrapar o cobrar presas, o para infligir daño, como los Pit Bull, Boxer y Bull Terrier; algunas, por el contrario, presentan un aspecto más lobuno y poco evolucionado, más cercano a sus orígenes y con comportamientos reminiscentes, caso del Alaskhan Malamute, Husky Siberiano, Samoyedo o Akita Inu. Según el instinto que se potenció del lobo original, surgieron diferentes tipos de perros. Y sí, un perro puede morder y ser agresivo, pero por ejemplo, aunque un Collie muerda a una oveja y la derribe intentando agruparla con el rebaño, su instinto asesino está atenuado, y no la mata, mientras que en el caso del lobo, éste la atacaría hasta la muerte para sobrevivir. Si lográsemos cambiar esas conductas, las nuevas reacciones podrían resultar inesperadas e imprevisibles.
La serie plantea una conspiración animal en la que todas las especies ven como amenaza única al hombre. Si atendemos al lenguaje de cada género animal, vemos que esto no sería más que ciencia ficción: el hombre se comunica básicamente mediante el lenguaje oral, pero muchas otras especies emplean la comunicación corporal para expresarse y los gestos no coinciden en nada con los nuestros: si uno le sonriese a un chimpancé, el primate lo interpretaría como una señal de advertencia o de agresión, de desafío, y si se le ocurriera enseñarle sus dientes a un perro, el can le imitaría, pero no por afecto. Así, pues, sería prácticamente improbable que animales de diferentes especies se coordinasen para aniquilar la humanidad, ya que no podrían organizarse colectivamente ni entenderse correctamente entre ellas. Un leopardo no podría interactuar con una abeja, porque los insectos, por lo general, se comunican mediante secreciones denominadas feromonas o por posiciones corporales, en menor medida, y su cerebro es diminuto y casi carente de memoria.
Desde el punto de vista de las relaciones depredador-presa, también sería imposible. No sería posible que diferentes especies se coordinasen colectivamente para afrontar una supuesta amenaza común que no sería ni sentida ni comprendida más que en la conciencia de cada individuo en diferente medida. Muchas especies de tipo "presa" no se unen para combatir a sus depredadores. En el caso de los búfalos africanos, esto es una excepción, ya que protegen a sus crías formando círculos defensivos contra su mayor enemigo, los leones. Un animal experimenta un peligro pero no es capaz de comunicárselo a otros, y menos a una especie distinta de la que pertenece.
En conclusión, si se produjese algún incidente parecido al que hemos visto en "Zoo", probablemente no seríamos conscientes, y en la mayoría de los casos, por lógica y por estadística, jamás ocurriría. Dado el caso, sería un fenómeno aislado y como mucho se produciría entre miembros de una especie concreta, que a lo sumo se extendería dentro de un único género animal.
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